martes, 27 de marzo de 2012

PROCESOS A CANTORIANOS TRAS LA GUERRA CIVIL DE 1936-39. 1.- LAS SEIS MUJERES ENCAUSADAS

                                                                             Por  Juan Chirveches


    Introducción.-

    La guerra es el más terrible trance a que una colectividad humana puede enfrentarse, con sus secuelas de destrucción, de sufrimiento, de odios, de hambre, de heridos, de muerte… Y de entre las guerras, la guerra civil es la modalidad más cruel porque no viene de fuera, sino que se engendra y nace dentro, en el interior mismo de la comunidad que vive y convive junta, y entremezclada.
    En las guerras civiles el enemigo no llega del exterior, sino que es el paisano, el vecino, el conocido, el amigo, el pariente y hasta, en ocasiones, el hermano quien se convierte en el enemigo, en la amenaza que hay que liquidar. El enfrentamiento brota bajo nuestros propios pies y se nos enreda en ellos…, y eso es la cosa más lamentable que pueda ocurrir en el mundo.
    Nosotros los españoles, tradicionalmente, hemos tendido a apasionarnos en exceso con los temas de la política. Nos exaltamos con facilidad. En un siglo justo, entre los años que van de 1833 a 1939, hemos padecido nada menos que cuatro guerras civiles: las tres carlistas del siglo XIX, y, ya en el XX, la de 1936. Además de innumerables asonadas y pronunciamientos militares. Esto no se ha dado en ningún país de nuestro entorno; en ningún país de los llamados “civilizados”, como, en teoría, es el nuestro. Y ello nada dice favorable a nosotros, no solo como nación o pueblo, sino, incluso, como personas, como individuos.
    Los españoles hemos protagonizado a lo largo de la Historia grandes hazañas, grandes descubrimientos que han sido la admiración del mundo; hemos dado brillantísimos hombres, asombro de los siglos: Cervantes, Velázquez, Ramón y Cajal, Isaac Peral, Picasso… Pero, lamentablemente, somos también muy aficionados a enredarnos en internas disputas. Tenemos la soberbia alta, la codicia abierta, la envidia a flor de piel, la palabra abrupta y el puñetazo fácil.
    Y todos, tanto colectiva como individualmente, debiéramos esforzarnos y luchar por moderar y corregir, y modificar, esos aspectos negativos de nuestro carácter mediante la concienciación, la educación y el respeto a los demás. Porque tras la mezcla explosiva de soberbia alta, codicia insana, palabra abrupta y puñetazo fácil, anida, agazapado, acechante y maligno, el espíritu negro y venenoso de la guerra civil.
    Al iniciar esta serie de artículos sobre los cantorianos -naturales o residentes- que fueron llevados a juicio al finalizar la Guerra nuestra de 1936-39, soy plenamente consciente de lo delicado del tema, ya que, todavía, habiendo transcurrido más de setenta años de los hechos -casi tres cuartos de siglo-, hay heridas que permanecen abiertas; hay protagonistas directos de los acontecimientos que aún viven; y hay hijos, nietos, familiares, amigos… que mantienen fresco en su memoria el dolor provocado por aquel cruel enfrentamiento entre españoles.
    Voy a tratar de exponer los acontecimientos con la máxima asepsia que me sea posible. Nada más lejos de mi intención que familiares de las personas que van a ser nombradas en esta serie, puedan sentirse molestos. Intentaré reflejar, objetivamente, lo más relevante de aquello que consta en los expedientes conservados. Y añadiré, en algún caso, los testimonios que haya podido recabar de personas que me merecen toda credibilidad por su seriedad y solvencia. Así, cada amable lector, a la vista de lo expuesto, podrá reflexionar para extraer sus propias conclusiones.
    La Historia es la memoria común, la memoria colectiva de todos nosotros, y sirve, entre otras cosas, para enseñarnos, aleccionarnos y aconsejarnos. Y, desde luego, para conocer el pasado. Necesitamos saber qué ocurrió en el pasado. Queremos saberlo. Y queremos saberlo con seriedad y rigor. No deseamos que nos manipulen rencorosos “historiadores” poco serios, meros propagandistas de lo suyo, que falsean los acontecimientos o dan relieve solo a un parte, y no al conjunto, en aras de sus mezquinos intereses políticos actuales o de sus pretéritos rencores.
    La Historia no se puede escribir desde el resentimiento ni desde el apasionamiento. Resulta inevitable que el historiador, como humano, tenga sus simpatías ideológicas, y a todos se les suele notar su tendencia. Pero, por encima de sus simpatías, tiene el deber de acercarse y exponer los hechos con imparcialidad, mostrando las actitudes, los motivos y los porqués que estén en el origen y en el desarrollo de los acontecimientos.
   

    Juicios en la Posguerra.-

    La Guerra Civil Española termina el 1 de abril de 1939, con el famoso parte firmado en Burgos por el Generalísimo Franco: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”.
    Con la victoria de los llamados “nacionales” se instaura en nuestro país un nuevo régimen político de corte autoritario. Una dictadura de derechas que iba a durar treinta y seis años, hasta 1975, dirigida por Francisco Franco, quien, con los títulos de Caudillo de España y de Generalísimo, aunó en su persona la jefatura del Estado, la del Gobierno, la de los tres Ejércitos y la de la única agrupación política permitida: el Movimiento Nacional, que integró a falangistas, tradicionalistas y demás fuerzas políticas del bando victorioso.
    En cada ciudad, en cada pueblo de España, los vencedores del conflicto depuran responsabilidades, toman denuncias, inician investigaciones, recaban testimonios sobre el comportamiento individual de los llamados “rojos” o republicanos, los derrotados, durante el tiempo en que dominaron su zona. Y, tras ello, llevan a juicio a quienes pudieran haber tenido algún tipo de conducta considerada como delictiva desde el punto de vista de los triunfadores.
    Los instrumentos legales que se aplicaron, y que regularon y enmarcaron estas actuaciones, fueron, básicamente, la Ley de Responsabilidades Políticas y el Código de Justicia Militar.


    La Ley de Responsabilidades Políticas-

    Fue promulgada el 9 de febrero de 1939 (BOE del 13-2-39). En su Introducción leemos lo siguiente: “Próxima la total liberación de España, el Gobierno considera llegado el momento de dictar una Ley que sirva para liquidar las culpas contraídas por quienes contribuyeron por actos u omisiones graves a forjar la sublevación roja”…
    Esta ley daba cobertura legal a las incautaciones y sanciones económicas que el nuevo Régimen impuso a “las personas, tanto jurídicas como físicas, que desde primero de octubre de 1934 contribuyeron a crear o agravar la subversión de todo orden de que se hizo víctima a España, y de aquellas otras que desde el 18 de julio de 1936 se opongan al Movimiento Nacional”.
    La norma, además, declaraba ilegales a todos los partidos políticos que integraron el Frente Popular (la coalición de partidos izquierdistas que gobernó la zona republicana), o asimilados, e incautaba todos sus bienes que pasaban al Estado. Regulaba, también, la inhabilitación para determinados cargos, y el alejamiento de sus lugares de residencia a aquellos que fueran considerados culpables. Fijaba la composición de los tribunales encargados de depurar responsabilidades, que estarían formados por representantes del Ejército, de la Magistratura y de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas). Se creaba un Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas, y Tribunales Regionales de lo mismo en, por lo menos, todas las capitales de provincia que tuvieran Audiencia Territorial, así como en Bilbao, Ceuta y Melilla. Entre las funciones de estos tribunales se señalaban las de vigilar la rápida tramitación de los expedientes, dictar sentencia y ejecutar los fallos tan pronto como fueran firmes…
    Los expedientes sancionadores se iniciaban bien mediante denuncia escrita y firmada por cualquier persona natural o jurídica, bien por iniciativa del Tribunal Regional, o a propuesta de cualquier autoridad militar o civil.    
   Como queda dicho, fue, principalmente, una norma de sanciones económicas. En la declaración de intenciones se expone que esta Ley “no quiere ni penar con crueldad, ni llevar la miseria a los hogares. Y por ello, atenúa por una parte el rigor sancionador, y, por otra, busca, dentro de la equidad, fórmulas que permitan armonizar los intereses sagrados de la Patria con el deseo de no quebrar la vida económica de los particulares. Las sanciones económicas se regulan con humana moderación”… A los considerados culpables se les podía castigar con la pérdida total de los bienes; con el pago de una cantidad fija o con la pérdida de determinados bienes.
    Sin embargo, la realidad fue que, aunque en un primer momento se impusieron severas sanciones en casos muy concretos, después, la aplicación de estas medidas quedó en nada. A partir de 1942 se fueron archivando las causas que se habían abierto, y la Ley, finalmente, fue derogada en 1945.


    El Código de Justicia Militar.-

    El otro marco legal que el franquismo aplicó en la represión de los republicanos fue el Código de Justicia Militar. Se había promulgado en 1890, y era el que estaba en vigor. Lo estuvo hasta 1945. Aun cuando, como se ve por su propio nombre, era un código militar, fue aplicado a la población civil, a los republicanos cuya conducta fue considerada delictiva por las nuevas autoridades. Pero téngase en cuenta que el Estado de Guerra estaba vigente. Se mantuvo, según algunos estudiosos del tema, hasta 1947; según otros, hasta 1948, ya que no hubo comunicado oficial de finalización de dicho Estado.
    Contemplaba este Código dos tipos de procedimientos: el previo y el criminal. Dentro del procedimiento criminal había, a su vez, tres tipos: el ordinario, el sumarísimo y el sumarísimo de urgencia. Estos dos últimos fueron los que se aplicaron masivamente a los cientos de miles de izquierdistas juzgados por el nuevo Régimen.
    Los procedimientos sumarísimos se iniciaban con la denuncia que podía poner cualquier particular, o autoridad militar o civil. Se abría el expediente, que continuaba con el atestado; con los informes de conducta emitidos por el alcalde, el cura párroco, la guardia civil y la Falange, que tenía, en cada localidad, su propio delegado de Información e Investigación; con las declaraciones de los testigos; con la declaración indagatoria del acusado, y con el Auto Resumen, que era la conclusión de la fase del sumario. Después, se señalaba la vista ante el Consejo de Guerra o Tribunal Militar.
    Los tipos más graves contemplados por este Código, y las condenas que correspondían eran:
    Rebelión Militar: De cadena perpetua a muerte.
    Adhesión a la Rebelión: De veinte años y un día a perpetua.
    Auxilio a la Rebelión: De seis años y un día a veinte años.


    Breves datos estadísticos de encarcelados.-

    Aunque varían los números que dan los diferentes investigadores de la materia, se calcula, basándose en datos oficiales, que en 1939 llegó a haber 270.000 encarcelados en toda España, sumando a los presos comunes los detenidos “como consecuencia de la guerra”; pero la inmensa mayoría se debían a este último motivo.
    Desde 1940 se fue excarcelando de forma masiva a los republicanos que no estaban manchados de sangre. En abril de 1941 se concedió la libertad definitiva a todos los condenados a penas inferiores a doce años y un día (previamente, se había concedido la libertad condicional a miles de ellos). Y en marzo de 1943, a los condenados hasta veinte años (igualmente, un número bastante elevado ya estaba en la calle, en libertad condicional). A comienzos de 1945, según la estadística del Ministerio de Justicia, permanecían presos, por motivos políticos, en números redondos, 33.000 personas. En octubre de ese año el gobierno de Franco otorgó un indulto general por el que fueron saliendo en libertad prácticamente todos los condenados, a excepción de los implicados en delitos de sangre, violaciones o profanaciones.


    Cantoria. Las seis mujeres procesadas.-

    En su libro La represión franquista en Almería, Eusebio Rodríguez Padilla da la cifra de cincuenta y nueve cantorianos procesados como consecuencia de la guerra, entre ellos cinco mujeres. Posteriormente, el citado investigador me comunica que, tras la publicación de su libro, aparecieron dieciséis nuevos expedientes de cantorianos (incluida otra mujer, Francisca Rubí) que eleva la cifra a setenta y cinco. A ellos habría que sumar otros veintidós cuyos casos no llegaron a juicio al ser sobreseídos.
     Por tanto, serían seis las mujeres de nuestro pueblo, o residentes en él, que fueron encartadas: María Asunción Petra, María Torrente Sánchez, Patrocinio Fernández Bernabé, Luisa Molina Mañas, María Granero Quiles y Francisca Rubí Fernández. Las cinco primeras fueron absueltas, y el caso de la Rubí, sobreseído.
    Petra, Torrente, Fernández Bernabé y Molina Mañas fueron sumariadas en el mismo expediente, el 17.615/39, acusadas de Auxilio a la Rebelión. Se les imputaba ser las cabecillas en Cantoria del Socorro Rojo Internacional; de cobrar cuotas a las personas de derechas, así como de haber participado en el reparto de bienes procedentes de los saqueos perpetrados en las casas de los derechistas.
    Pero veamos sus casos uno a uno.


   María Asunción Petra.-

    Conocida como la Petra. Al finalizar la guerra tenía cincuenta y siete años de edad. Había nacido en Almería y era vecina de Cantoria, donde vivía en la calle de la Ermita. Estaba casada con Guillermo Carreño y era madre de cuatro hijos. Se dedicaba a sus labores. Tenía el pelo castaño, la color tostada, los ojos pequeños y la estatura baja.
    El 24 de abril de 1939 se le instruye atestado “por su actuación durante la dominación marxista, como elemento destacado”.
    Esa misma fecha, ante el representante del Servicio de Inteligencia de la Policía Militar en nuestro pueblo, la Petra declaró que “efectivamente fue nombrada por todo el vecindario como Presidenta de la Organización Socorro Rojo Internacional, y que cobraba mensualmente a los vecinos la cuota de cincuenta céntimos. Que la Tesorera era María Torrente; la Secretaria, Patrocinio Fernández, y la Vocal, Luisa Mañas”.
    El instructor, al final del atestado, la acusa también de hacer “durante el dominio rojo de esta Villa el reparto de muebles y utensilios entre el vecindario, procedente de los saqueos y despojos que habían efectuado los elementos marxistas de la localidad”.
    El 12 de junio, desde Huércal Overa, el juez Ruescas Fernández ordena al comandante Militar de Cantoria la detención y puesta en prisión preventiva de María Torrente, Luisa Mañas y Patrocinio Fernández (Petra ya estaba encarcelada), así como el envío de informes sobre las cuatro encartadas.
    El de la Guardia Civil, dice, textualmente, que “la individua María Asunción Petra, alias la Petra, perteneció al partido comunista con posterioridad al Glorioso Movimiento Nacional. Presidenta del Socorro Rojo Internacional, cobrando cuotas a las personas de orden. Se puso de luto como sentimiento por la liberación de Barcelona. Nunca demostró malos sentimientos ni inclinación hacia el crimen, pero sí es peligrosa para el Régimen por ser muy activa en la propaganda y fanática en los ideales marxistas. Dios guarde a V.S. muchos años. Cantoria, 14 junio 1939. Año de la Victoria.” Firma del sargento y sello de la Guardia Civil.
    Sin embargo, el 19 de junio, seguramente bien aconsejada por alguien, que le hizo comprender lo peligroso de reconocer su pertenencia al Socorro Rojo, la encartada, ante el juzgado del pueblo, cambia su declaración anterior, y manifiesta ahora “que ella no fue presidenta del Socorro Rojo, y sí de una Organización femenina afecta a la UGT (Unión General de Trabajadores) que la componían un grupo de trabajadoras. Que a ella la nombraron presidenta por ser la de más edad. Que cierto día, yendo por la calle, le dijeron que se afiliara al partido comunista, contestando que hicieran lo que quisieran, pero que cree que la apuntaron. Que no tuvo intervención en los hechos vandálicos cometidos en este pueblo. Que lo dicho es la verdad en la que se afirma y ratifica, y firma”.
    El informe que emite el 23 de junio el alcalde del nuevo Ayuntamiento provisional, Joaquín Giménez del Olmo, sobre las cuatro sumariadas, señala que estaban consideradas buenas personas. Que, según le informan los agentes de su autoridad, las que más destacaban eran Petra y Mañas, consideradas autoras del reparto de los objetos y ropas que existían en las casas propiedad de Manuel Giménez del Olmo y de su prima Encarnación, las cuales las distribuyeron entre varias personas necesitadas del pueblo. Y que, aunque con carácter voluntario, se dedicaban a recoger por las casas del pueblo, aves, conejos y cosas de comer para enviar a los frentes…
    Una constante que vamos a ver en muchos de los testigos que son llamados a declarar -no, por supuesto, en todos; pero sí en la mayoría-, es el deseo de ayudar a los encausados, o, al menos, de no agravar su situación, bien declarando directamente a su favor, bien manifestando desconocer los hechos de que eran acusados, o bien que los conocían “por rumor público”, pero que no les constaba. Lo cual tiene mayor valor si tenemos en cuenta que los testigos eran, por lo común, derechistas que habían sido detenidos, acosados, multados, expropiados o perseguidos durantes los años de la guerra.
    Así lo vemos, por ejemplo, en el caso de José Pérez Bernabé. Fue movilizado por el ejército rojo, y, una vez, estando de campaña por la provincia de Córdoba, coincidió con un miliciano de Cantoria. Éste se dirigió a los mandos para acusarlo de señorito monárquico y de antimarxista. Según supo posteriormente, el miliciano les había dicho: “no me explico cómo no habéis fusilado todavía a ese fascista de mi pueblo”.
    Llamado a testificar sobre la Petra, Pérez Bernabé declaró tener veintiocho años, casado, propietario, natural y vecino de Cantoria, en la calle San Juan. Manifestó que “conoce a Petra, a la que considera persona izquierdista, aunque ha sido una infeliz que se ha guiado de lo que le decían los del Comité”. Igualmente, dijo que ignoraba si la Petra había intervenido en desmanes y hechos vandálicos ocurridos en la población.
    Al poco de comenzar la guerra, Manuel Giménez del Olmo y su prima Encarnación Giménez López, perseguidos por el Frente Popular, tuvieron que huir de Cantoria. Sus viviendas fueron saqueadas. Les robaron muebles, ropas, alhajas… Al parecer, los objetos del comedor y la cubertería de plata fueron llevados a la Casa de Milicias, ubicada donde estuvo el antiguo cuartel de la Guardia Civil. Allí desaparecieron… En su declaración, Manuel Giménez señala como instigadores del expolio a tres hombres relevantes del pueblo. Del reparto de las ropas y enseres entre los necesitados fueron acusadas, directamente, Petra y Molina Mañas.
    Otro testigo, Vicente García Reche, en su declaración de 27 de junio, dice tener sesenta y un años, casado, Maestro Nacional. Y que “en cierta ocasión, haciéndole falta al que declara una certificación de que era buena persona, y habiéndose negado a dársela las diferentes organizaciones de esta localidad, Petra no tuvo inconveniente en hacérsela”.
    Joaquín Martínez Reina, de cuarenta y un años, propietario, natural y vecino de Cantoria, manifestó que “cuando estaba detenido, la Petra organizó una recogida de firmas entre los miembros del Frente Popular para conseguir su libertad”.
    El Auto Resumen concluye que Asunción Petra pertenecía al partido comunista, que era presidenta de una organización de Mujeres afecta a la UGT, y que postulaba en los domicilios de las personas de orden. Pero que las declaraciones de los testigos dicen que no lo hacía por su propia iniciativa, sino inducida por los individuos del Comité.


    María Torrente Sánchez.-

    Vivía en el número 1 de la calle José Antonio (calle del Álamo). Natural de Vélez Rubio. De 27 años. Casada. Sus labores. Sabía leer y escribir. Estatura regular. Pelo castaño. Color sano. Ojos grandes.
    Informe de la Guardia Civil: “La individua María Torrente Sánchez perteneció a la UGT con anterioridad al Glorioso Movimiento Nacional, actuando como propagandista y en la recaudación de cuotas para el Socorro Rojo Internacional, en unión de la dirigente “la Petra”. No obstante lo expuesto, el que informa no le considera grado alguno de peligrosidad y atribuye su actuación pasada a su amistad con la dirigente mencionada. Dios guarde a V.S. muchos años. Cantoria 14 junio 1939. Año de la Victoria. El sargento”. Firma, rúbrica y, en el encabezamiento, sello de la Guardia Civil.  
    El 6 de julio declara la encausada ante el juez instructor y reconoce haber sido tesorera de una organización de mujeres “cuyo nombre no sabe”, pero que, dice, no era el Socorro Rojo. Niega, igualmente, que saliera a postular por las calles, y justifica su afiliación a esa sociedad de mujeres, afecta a la UGT, para evitar las persecuciones que sufría su padre por ser de derechas. Y que, en efecto, tras su afiliación, a su padre “no volvieron a molestarlo”. Finalmente, afirma no haber intervenido en desmán alguno, y que “ninguna de las que asistían a las reuniones se distinguía por hacer propaganda extremista”.
    Otra persona que, en todas sus declaraciones como testigo, ayuda a los encausados, es el sacerdote don Luis Papis. Don Luis, en las fechas de que hablamos, tenía treinta y tres años. Había nacido en La Cañada, cerca de Almería. Desde años atrás servía en la parroquia de nuestro pueblo. Milicianos procedentes de otras localidades vinieron en su busca, en más de una ocasión, con la intención de matarlo. La tarde que sacaron y asesinaron al párroco don Juan Antonio, fueron también a por él, a su casa. No lo encontraron porque tenía la costumbre de salir a pasear todas las tardes por el campo. Eso le salvó la vida.
    Sus declaraciones trascienden piedad hacia los procesados, y deseo de ayudarles. Respecto de María Torrente, llamado a testificar, don Luis declara que “quiere hacer constar que era persona bastante cristiana, cumpliendo en todos los actos que se realizaron tanto en el interior como en el exterior de esta iglesia”.
    Isidoro Alés Sánchez, de veintiséis años, natural y vecino de Cantoria, ebanista, testifica que “conoce a Torrente, a la que considera buena persona”. Dice, también, que desconoce si ha intervenido en requisas ni saqueos, y que antes del Movimiento “la veía con frecuencia en la Iglesia”.
   Auto Resumen. 1 de septiembre de 1939: “la citada procesada, de ideas ugetistas, tesorera de la sociedad de mujeres afecta a la UGT, postulaba por las calles. Los testigos la consideran persona de buenas costumbres y religiosa”.


    Patrocinio Fernández Bernabé.-

    Recuerdo a Patrocinio, ya mayor, como mujer cariñosa, sonriente, vivaz. Siempre al cuidado de sus sobrinos, los afectuosos Quique y Diana, para quienes fue una segunda madre.
    Cuando las fechas de que trata este artículo ella tenía veintinueve años. Pelo castaño. Ojos pardos. Color sano. Había nacido en Fines, pero residía en nuestro pueblo desde su niñez.
    Los informes, tanto de la Guardia Civil como del Delegado local de Información e Investigación de Falange, emitidos en junio del 39, exponen que en los primeros momentos de la revolución actuó en organizaciones marxistas, pero que reaccionó  en seguida y se ausentó del pueblo, leemos, “para evitar compromisos”. “No se le considera grado alguno de peligrosidad”.
    Según su propia declaración, reconoce haber sido Secretaria de la Organización de mujeres de la UGT, en la que creyó conveniente ingresar “debido a la situación en que se encontraba esta población (Cantoria). Y que de no haberlo hecho, hubiera sido objeto de persecuciones, tanto ella como sus familiares”.
    Patrocinio estuvo en el pueblo poco tiempo durante la guerra, ya que, muy pronto, marchó a Barcelona. Allí, tras unos meses sin encontrar empleo, se colocó en la Comisión Territorial de Electricistas, afecta al sindicato anarquista CNT (Confederación Nacional del Trabajo). En 1938 se fue a vivir a Gerona, donde estuvo trabajando de mecanógrafa con el abogado Cánovas Cervantes, quien había sido fundador y director del periódico La Tierra, publicación que mantenía posiciones cercanas a la ideología anarquista. Cánovas fue diputado del partido comunista cuando las Cortes Constituyentes, y, al terminar la guerra, se exilió a Francia y después a Venezuela. De Fernández Bernabé llegó a sospecharse que pudiera estar manteniendo correspondencia secreta, de tipo político, con el ex diputado, lo cual nunca se pudo demostrar.
    El 30 de abril del 39, finalizada la guerra, pasó a prestar servicios como mecanógrafa en la Jefatura Provincial de Gerona de Falange Española Tradicionalista y de las JONS.  
    Numerosos testimonios coinciden en resaltar el carácter bondadoso de Patrocinio, su actividad religiosa, así como su generosa disposición para ayudar a los perseguidos.
    Don Luis Papis, el sacerdote, certifica lo que sigue: “observó, hasta que la guerra lo permitió, una conducta intachable tanto en materia religiosa como político-social… Fue miembro de la Directiva de las Hijas de María, actuando en esta iglesia en todas las solemnidades, unas veces de organista, otras cooperando en los cánticos, donde demostró su gran habilidad y buen gusto para la música. Y para que conste, lo firmo en Cantoria, a veintidós de mayo de mil novecientos treinta y nueve. Año de la Victoria. NOTA: No pongo sello de la Parroquia por haber desaparecido con motivo de la destructora guerra”.
    Desde Gerona llega hasta el juez otro importante aval: una certificación firmada por el Delegado Local de Falange, y por Joaquín Bonet Bosch, ex Secretario Provincial de FET de las JONS: “Certificamos que su conducta, tanto en lo moral como en su actitud política, en una ciudad sometida a la tiranía roja, ha sido completamente satisfactoria, favoreciendo en cuanto pudo a personas dignísimas vejadas por sus ideas favorables a nuestro Glorioso Movimiento. Todas sus manifestaciones fueron siempre de censura para las hordas que usurparon el poder, y de afecto hacia las víctimas que por sus ideas de derechas sufrían las más crueles y diversas persecuciones. Gerona, 26, junio, 1939. Año de la Victoria. Saludo a Franco. Arriba España. Viva España”.
    De la bondad y altura moral de Patrocinio, nos dan idea estos dos testimonios:
    “Manuel Roquet Villar, cabo de la Guardia Civil, DECLARO: Que durante el tiempo que lleva viviendo en Gerona, la señorita Patrocinio Fernández Bernabé, ha sido una excelente amiga de mi esposa, la cual, durante el periodo rojo, fue muy perseguida por haberme pasado yo a las filas Nacionales al principio del Movimiento. Se encontraba sola con dos niños, y ésta le prestó su ayuda moral y material en lo que pudo, proporcionándole una colocación, cosa que ella no habría podido conseguir. Puedo afirmar que favoreció a familias que, en iguales condiciones que la mía, se hallaban perseguidas por los rojos. Todo lo expuesto lo ratificaré cuantas veces lo necesite la interesada para hacerle justicia y cumpliendo un deber de gratitud. Gerona, 26 de junio 1939”.
    Igualmente, desde la Estación de Fines-Olula, el industrial Miguel Nebot Orta, declara que habiendo sido encarcelado por los marxistas, “tanto ella como sus familiares más allegados se pusieron incondicionalmente a nuestra disposición contribuyendo de un modo muy importante con sus gestiones a mi final liberamiento, después de tantas penalidades sufridas”. Y que, ya en Barcelona, ayudó materialmente, con todos los medios a su alcance, a su hijo Miguel, que, igualmente, se encontraba preso de los rojos en la Ciudad Condal.


    Luisa Molina Mañas.-

    Leemos en el informe de la Guardia Civil, del día 14 de junio del 39, referido a Mañas: “Compañera inseparable de la Petra en sus propagandas marxistas y cobro de cuotas para el Socorro Rojo Internacional. Quizá debido a esta amistad, se distinguió la expresada durante la dominación roja, considerándose, no obstante, poco peligrosa para el Régimen”.
    Informe del Delegado local de Información e Investigación de Falange (15 de junio): “Destacada izquierdista, lugarteniente incondicional de la Petra. Pertenecía a la UGT, Sección Femenina, repartía ropas de las requisadas, y salía pidiendo aves y comestibles para los frentes”.
    Molina Mañas tenía 32 años. Casada. Madre de dos hijos. De estatura alta. Pelo negro. Ojos castaños. Era natural de Sorbas y vivía en la calle Orán. Trabajaba como asistenta de hogar.
    En su declaración del 22 de junio, de manera similar a las demás, reconoce como cierto que fue Vocal de la Organización afecta a la UGT, pero que no era el Socorro Rojo. Niega haber postulado por las calles, ni haber intervenido en registros ni saqueos. Que de su comportamiento pueden informar el Médico don Juan López Cuesta y el Farmacéutico don Bartolomé Alarcón.
    Declaración del testigo Bartolomé Alarcón Albarracín, de 34 años, casado, farmacéutico, natural de Cuevas y vecino de Cantoria, en la calle General Mola. Manifiesta “que conoce a la encartada a la que considera izquierdista, pero que no la cree capaz de que haya intervenido en ningún desmán de los cometidos en esta población. Que ignora haya repartido ropa de las requisadas como igualmente de que haya postulado por las calles para los frentes”.
    Declaración del testigo Juan López Cuesta, de 50 años, casado, médico, natural de Cantoria, con domicilio en avenida José Antonio: “Que conoce a Luisa Molina Mañas, de la que sabe que no pertenecía a ninguna sociedad extremista, pero que después tuvo que hacerlo ante las amenazas de la UGT a los dueños de las casas donde prestaba sus servicios como asistenta. Que le consta que no ha prestado su ayuda ni apoyo a incautaciones ni asaltos a casas, y que la conceptúa como persona católica y de buenas costumbres. Que no tiene más que manifestar”.


    La Sentencia.-

    “En la plaza de Almería, a veintidós de enero de mil novecientos cuarenta. Reunido el Consejo de Guerra Sumarísimo Permanente de la Plaza para ver y fallar la Causa seguida con el número 17.615 de 1939 por el supuesto delito de AUXILIO A LA REBELIÓN contra María Asunción Petra, María Torrente Sánchez, Patrocinio Fernández Bernabé y Luisa Molina Mañas
    RESULTANDO: Que las procesadas organizaron una Sociedad de Mujeres afectas a la UGT, donde desempeñaron el cargo de directivos, desde los que tuvieron una buena actuación con relación a las personas adheridas a la Causa Nacional, al no participar en hechos considerados delictivos. Que Patrocinio Fernández Bernabé marchó a Barcelona y posteriormente a Gerona para vivir en unión de un hermano de la procesada. Que al encontrarse sin recursos económicos se colocó de mecanógrafa del diputado a Cortes extremista y director del periódico La Tierra con quien prestó servicios meramente mecánicos. Hechos probados.
    CONSIDERANDO: Que los hechos de anterior resultancia no son constitutivos de delito alguno por lo que procede la absolución de las procesadas.
    FALLAMOS: Que debemos absolver y absolvemos a las procesadas, a las cuales se pondrá inmediatamente en libertad por esta Causa”.


    Francisca Rubí Fernández.-

    Esta procesada era natural y vecina de Cantoria. Vivía en el número 3 de la calle Alamicos. De 44 años, soltera, sus labores, estatura corriente, pelo castaño, ojos pardos. Militante del partido comunista. Conocida en el pueblo como gran propagandista del marxismo. Viajaba con cierta frecuencia a Almería para asistir a las reuniones del partido.
    Fue encausada en el procedimiento sumario 18.628/39, acusada de Auxilio a la Rebelión por el siguiente motivo: Al día siguiente de la entrada de las tropas Nacionales en Cantoria, a finales de marzo de 1939, una manifestación de júbilo recorrió las calles del pueblo. Al pasar el gentío frente a su casa, la Rubí se asomó a la ventana y permaneció inmóvil, sin saludar a la bandera Nacional. Por ser muy conocidas su ideología y militancia políticas, el gesto fue interpretado, por varios de los manifestantes que iban en cabeza, como de desprecio o provocación. Entonces, la requirieron para que hiciera el saludo al estilo romano. Ella contestó que no sabía, lo cual caldeó más los ánimos. Y como la temperatura anímica fuera subiendo de grados, ante la actitud del numeroso público, la Rubí alzó el brazo al modo fascista, y, a continuación, se adentró en la casa.
    Como queda dicho, se le abrió causa, y fue detenida y encarcelada.
    Según se decía, durante la guerra había intervenido en registros domiciliarios. Un comerciante del pueblo testificó que cierto día se presentó en su comercio “en compañía de varios elementos haciéndole que hiciera un inventario, y obligándole a vender todos los artículos al precio que regía en el treinta y seis”. Y un determinado testigo declaró, el 1 de julio, que habiendo pedido las autoridades marxistas informes sobre él, la Rubí los dio desfavorables.
    En su declaración reconoció ser afiliada al partido comunista, sin haber ostentado cargo alguno. Dijo que no saludó a la bandera “por no saber que era obligación hacerlo”. Que es cierto que visitó comercios para obligarles a hacer inventario y a vender los artículos al precio que tuvieran en el treinta y seis, pero que eso lo hizo “por orden del alcalde y del juez municipal”.
   Debió estar muy poco tiempo en la cárcel, porque las actuaciones contra ella no siguieron adelante. A su sumario no se añadieron nuevas diligencias ni informes, y su caso, finalmente, fue sobreseído.
 

    María Granero Quiles.-

    El 17 de octubre de 1939 la joven de diecinueve años María Granero Quiles, desde Cantoria, escribe una carta dirigida a su novio, José Montilla, que estaba preso en la cárcel de Granada.
    Por aquellas fechas, el papel para cartas que se vendía en los estancos llevaba impreso, en el encabezamiento, arriba a la izquierda, una imagen del Caudillo con un ¡Viva Franco!, en letras mayúsculas, debajo.
    María Granero adornó esa efigie con unas protuberancias óseas (es decir, con cuernos) que salían de la cabeza del Generalísimo. Y bajo las airosas astas que le había dibujado, puso dos palabras: “banderas burguesas” (lo que ella escribió, literalmente, fue “banderas bulgesas”).
    Dicha carta, adorno incluido, cayó en manos de la censura ese mismo día, y fue de inmediato remitida al Comandante Militar de esta Plaza.
    Su acción fue considerada delito penado por los artículos 237 y 238 del Código de Justicia Militar. También era sancionable según el Bando declarativo del Estado de Guerra, que, como he señalado más arriba, seguía vigente.
    Se abrió Procedimiento sumarísimo de urgencia a esta muchacha, que fue detenida y estuvo encarcelada unos meses en Cuevas del Almanzora.
    Granero Quiles, como queda dicho, tenía diecinueve años. Había nacido en Cantoria y residía en Cortijos Altos, diputación de la Hoya. Bajita de estatura, pelo castaño y ojos negros.
    Durante mucho tiempo trabajó como empleada de hogar en casa de Juana Rodríguez Peregrín, una viuda de treinta y siete años, la cual testificó no haberle conocido actividad política alguna, ni oírla nunca hablar de temas políticos.
    Los informes de la Guardia Civil y de Falange la acreditaron como persona de buena conducta, y de ninguna actividad política o sindical durante el dominio rojo.
    También fue avalada por el nuevo alcalde, Pedro Llamas Martínez, en un segundo oficio dirigido al juez, fechado el 21 de febrero de 1940, con su firma y sello del Ayuntamiento: “por los antecedentes facilitados por los Agentes de la Autoridad a mis órdenes y personas de reconocida solvencia política…, se trata de una muchacha que, al igual que sus padres, ha observado desde antes del año 1934 una conducta intachable tanto pública como privada y política, ya que los expresados padres siempre han figurado y ayudado a la política de derechas…”.
    En su declaración ante el juez, en Cuevas, el 28 de abril del 40, la chica, preguntada por qué había adornado el busto del caudillo “con esos dibujos grotescos”, dijo que “no lo hizo con ánimo de malicia alguna”. Y respecto del letrero “banderas burguesas”, contestó que no sabía muy bien qué querían decir esas palabras.
    Algún testigo había señalado que la joven no parecía andar muy bien de la cabeza. Estaba ya, desde tiempo atrás, en libertad provisional, cuando el juez de Huércal Overa que instruía el caso, ordenó que fuera examinada por dos médicos de la localidad, quienes, en diciembre del 40, manifiestan que no era posible hacer una conclusión definitiva, y que procedía someterla a observación.
    Su señoría, entonces, dispone que el alcalde de Cantoria, donde residía la chica, designe a dos médicos de nuestro pueblo para que le hagan  un seguimiento y envíen diagnóstico al juzgado. Los facultativos, tras un tiempo prudencial, en febrero del 41, remiten informe al juzgado militar: María Granero “presenta signos que concuerdan con un estado de debilidad mental caracterizados… por falta de sentido crítico que la hace cometer tonterías de las que no tiene conciencia… Se aprecia, además, actitud confusa de timidez y atontamiento”.
    El informe de los médicos de Cantoria debió de ser determinante, ya que, a continuación, el fiscal Jurídico Militar renuncia, oficialmente, a ulteriores diligencias.
    María Granero Quiles, el 2 de junio de 1941, quedó absuelta del delito que se le imputaba.



                                                          Juan José López Chirveches.
                                                          Junio - 2011.
   

Publicado en la revista Piedra Yllora, de Cantoria, número 6. Agosto - 2011

martes, 20 de marzo de 2012

BAUTIZANDO AEROPUERTOS

                                                       

                                                                              Por  Juan Chirveches


    El aeropuerto de Granada no se llama aeropuerto de Granada, como su propio nombre no indica, sino aeropuerto Federico García Lorca Granada-Jaén, que, ya se ve claramente, se mire por donde se mire, incluso a vista de aeroplano, es denominación de altos vuelos, hinchada, más larga que una pista de aterrizaje, que un vuelo transoceánico, que un día sin pan, que la torre de ladrillo del barrio San Lázaro o que la espera del autobús urbano.
    ¿Y por qué el aeropuerto de Granada no se ha seguido llamando aeropuerto de Granada, como toda la vida? Pues, mire usted, eso es cosa de los políticos que nos tocan en suerte, en mala suerte, a los españoles desde hace generaciones y generaciones. Estos políticos que padecemos nos tienen en un permanente sinvivir con sus tonteriíllas, sus inventos, y su afán por rebautizarlo todo con apelativos tan estrambóticos y fuera de lugar como el susodicho; o como el llamar “naciones” a las regiones, “matrimonios” a las uniones de homosexuales, “jóvenas” a las jóvenes, “miembras” a Dios sabe qué, y todo un catálogo y arsenal de extravagancias con que se podría rellenar este artículo y varios más. Esto es vivir en un constante sobresalto y asalto gramatical.
    ¿Pues no que vino a rebautizar el aeropuerto todo un séquito del Partido Socialista encabezado por aquella inefable señora ministra, la Maleni, que fue y soltó que a raíz del cambio de nombre “el aeropuerto iba a dar mucho de sí”?... O sea, que para la miembro del gobierno Zapatero de aquellas fechas, hace ya tres años, la mejora y el dar mucho de sí del aeropuerto granadino no dependía del aumento de las inversiones ni del fomento de los viajes, sino del añadirle al nombre de Granada un guión y un Jaén, igualico igualico que si se tratara de un partido de fútbol: Granada-Jaén.
    El alcalde de Granada, que es del Partido Popular, partido de la Oposición al gobierno de la Maleni, declaró que el cambio de denominación era “una estafa”; y Antonio Granados, portavoz del mismo PP, tachó el acto de “esperpento y como la mayor desvergüenza política y venta de humo que el PSOE ha realizado”… Estaban muy enfadados, sin la menor duda.
    También vino al acto el consejero de Presidencia de la Junta de Andalucía, el jienense Gaspar Zarrías. Y ahí estaba la clave de todo: no en lo de consejero de Presidencia, sino en lo de jienense. Se conoce que una noche se le encendió al señor Zarrías la bombilla de su cabeza, echó a volar su imaginación, y fue y se dijo: “en vez de hacer un aeropuerto en Jaén, como prometimos cuando las elecciones, con lo que eso cuesta, le añado al de Granada el nombre de mi provincia con un guión por medio, y así dono a mis paisanos un aeropuerto, con lo cual gano muchos votos para mi partido”… Y como si fuera un Mahoma andaluz, pensó Zarrías: “si el aeropuerto no viene a Jaén, que Jaén vaya al aeropuerto”… Pensado y hecho. Y asunto concluido. Y aeropuerto rebautizado.
    Y hasta aquí la historia. Ahora bien: si me lo permiten los amables lectores, a mí me parece que el nombre con el cual los socialistas han rebautizado, renombrado y redenominado nuestro aeropuerto es altamente injusto porque está, intrínsecamente, lleno de agravios comparativos y dolorosas exclusiones.
    No se entiende que un aeropuerto situado en los términos municipales de Chauchina y Santa Fe, enclavado en sus territorios, lleve el nombre de una ciudad que está en otra provincia, a más de cien kilómetros. Y, sin embargo, queden excluidos en la denominación aeropuertaria los nombres nobles y sonoros de las localidades donde se ubica. ¿Acaso el aeropuerto de Madrid no se llama Madrid-Barajas porque está en el pueblo de Barajas, y eso que es la capital de España, nada menos?
    Pues yo, de ser chauchinero o santaferino protestaría vivamente por este agravio y exclusión y ninguneo. Y reclamaría lo que es mío y está en mi territorio. De todas formas, ya puestos a sumar nombres, tampoco se notaría tanto añadir dos más. Y sería algo lógico y de justicia que el aeropuerto pasara a llamarse Aeropuerto Federico García Lorca Granada-Jaén-Chauchina-Santa Fe, que rima y todo.
    Pero también hay que no sabemos qué pinta en todo esto el nombre de García Lorca, que ni era de Chauchina ni era de Santa Fe, ni se sabe que tuviera algo que ver con la aviación, a no ser el alto vuelo de sus metáforas. Aunque bueno…, es público y notorio que en García Lorca City, García Lorca no sólo está en todas partes, sino que también está en todos lados: desde aeropuertos a peleas de catedráticos.
    Ahora bien, las señoras autoridades rebautizadoras debieran ser imparciales y tender al equilibrio, y que no se les viera tanto el plumero, y tener en eso mucha mano izquierda y saber compensar para que esté contento todo el mundo. Y no exhibir esa descaradísima parcialidad de que hacen gala. Por tanto, si meten a García Lorca en la denominación del aeropuerto, en justa medida, y ya puestos a embutir nombres, deberían también, mediante guión, pegar el de Luis Rosales, quien, a pesar de que no lo mataran en la guerra, es tan buen poeta como el otro.
    De manera que, Aeropuerto Federico García Lorca-Luis Rosales-Granada-Jaén-Chauchina-Santa Fe sería mucho más justo.
    Ahora bien, como todo el mundo sabe, Luis Rosales, ya fallecido el hombre, fue merecidísimo premio Cervantes de Literatura. Pero también tenemos un premio Cervantes afortunadamente vivo: Francisco Ayala. ¿Acaso sería de recibo colocar en el aeropuerto el nombre del premio Cervantes Luis Rosales, y excluir el del premio Cervantes Francisco Ayala? ¿Podríamos cometer la injusticia de dejar a Francisco Ayala sin aeropuerto? No, no podríamos hacer eso.
    De manera que, Aeropuerto Federico García Lorca-Luis Rosales-Francisco Ayala-Granada-Jaén-Chauchina-Santa Fe sería lo suyo.
    Pero, mire usted, ¿y Motril? ¿Qué hacemos con Motril? ¿O sea, que una ciudad que ni siquiera es de la provincia va a llevar el nombre de nuestro aeropuerto, y la segunda ciudad provincial no? Yo que los de Motril estaría muy cabreado. Porque tardan las autoridades en llevarles la autovía veinte años sobre las fechas previstas y prometidas; no les llevan el tren ni a la de tres; y encima le ponen aeropuerto a Jaén, y dejan con tres palmos de narices a Motril, que es el puerto de mar más cercano a las pistas de aterrizaje y destino de muchos viajeros de los aviones que van a pasarse unos días a la costa. Y además de todo eso: ¿qué tiene Jaén que no tenga Motril? Pues yo diría lo mismo que ya queda dicho, más arriba, respecto de la simpática ciudad olivarera: si el aeropuerto no va a Motril, que Motril vaya al aeropuerto.
    De manera que, para concluir y rematar, si verdaderamente hay justicia en el mundo, Aeropuerto Federico García Lorca-Luis Rosales-Francisco Ayala-Granada-Jaén-Chauchina-Santa Fe-Motril, debería ser el nombre que llevara nuestro aeropuerto. Sería lo justo. Lo equilibrado. Lo igualitario. Lo correcto. Lo imparcial. Sería lo bueno. Sería lo suyo. Sería lo nuestro. Y la nuestra.


                                                                                         J. Ch.  

                  Publicado en Ideal. Granada, 26 de julio - 2009       

martes, 13 de marzo de 2012

ESA MULTITUD DE POLÍTICOS

                          

                                                                        Por  Juan Chirveches


    En los últimos años todas las encuestas, elaboradas por los más prestigiosos centros sociológicos, vienen señalando que los españoles consideramos a los políticos como el segundo gran problema nacional, sólo superado por la crisis económica que nos azota, con su lamentabilísima consecuencia de cinco millones de desempleados.
    Y tenemos tan pésimo concepto de los políticos por su manifiesta ineficacia, por la alta cifra de casos de corrupción, por los abusivos privilegios de que gozan, por el tremendo despilfarro y derroche a que han venido sometiendo las arcas públicas, por la insultante memez de muchos y muchas, por sus constantes embustes… y, también, por el elevadísimo número de ellos: una multitud, un sinfín, un abigarrado batallón, un denso bosque, un inabarcable exceso de políticos.
    Los hombres públicos son necesarios. Y bastantes, honrados y admirables. Es una labor difícil e ingrata, cuyo sutilísimo desempeño ha merecido, en numerosos casos, el reconocimiento, el agradecimiento y la estatua de sus pueblos.
    Lo que de ninguna manera es necesario para una sociedad, para un país, son tantísimos como hay. No tenemos necesidad alguna de esta ingente cantidad de políticos que padecemos en España. O en Ex paña: que, entre Europa por arriba y las autonomías regionales por abajo, ya vamos dudando hasta de cómo hay que escribir el nombre de nuestra patria.
    Decía que para regir nuestros destinos y organizar nuestra convivencia, en absoluto hace falta esa aglomeración, ese enjambre de hombres públicos y mujeres públicas libando todos del panal de rica miel del Presupuesto.
    Lo del Senado es verdaderamente pintoresco: una cámara inútil en la que dormitan, cuando van, doscientos sesenta y tres senadores. Está supeditada por completo al Congreso de los Diputados, del cual es, como si dijéramos, la pariente tonta. Cámara pantomímica; una especie de farsa. Las enmiendas que introduce o los vetos que opone a los textos legislativos que le remite el Congreso, pueden ser rechazados por éste, o no, según vean, sin más. No tiene, por tanto, a la postre, capacidad legislativa alguna, ni para iniciar ni para enmendar ni para aprobar los textos legales que se tramitan.
    Por si lo anterior no fuera suficiente, la inutilidad del Senado se ve de forma más clara aún en su supuesta y vaporosa función de armonizar las leyes de las comunidades autónomas. Puesto que, vistas la desarmonía y desbarajuste que han traído las autonomías regionales, y padecemos, queda patente que el Senado ni siquiera ha sido capaz de llevar a cabo esa función.
    De manera que, es insólito que siga existiendo una cámara inoperante, inservible, que nos cuesta a los españoles cincuenta y cinco millones de euros, más de nueve mil millones de pesetas, cada año, todos los años.
    Pero donde la multitud de políticos alcanza las cotas, o las simas, más llamativas, es en ese forzado e innecesario invento de las comunidades autónomas, esa especie de subestados insostenibles, esa pesada carga que soportamos sobre nuestros hombros, ese fardo: sólo los diecisiete parlamentos regionales, con sus mil doscientos sesenta y ocho parlamentarios, nos cuestan, le cuestan a usted, amable lector, cada doce meses, cuatrocientos millones de euros, que son más de sesenta y seis mil quinientos millones de pesetas, a pagar a escote entre todos nosotros, entre todos ustedes. Y ahí no entran los presupuestos de las diecisiete consejerías de Educación, ni las diecisiete consejerías de Sanidad, ni las diecisiete consejerías de Turismo, ni las diecisiete consejerías de Trabajo, ni las diecisiete consejerías de Igualdad, etc. No, no: son sólo los diecisiete parlamentos los que cuestan esa desorbitada cantidad. Así que calculen.
    Claro que siempre habrá alguien que diga que eso es el “chocolate del loro”, esa expresión tan de moda. Pues miren: muchos chocolates del loro juntos, pueden dar como resultado una gran chocolatada.
    Y, en cualquier caso, díganle a los cinco millones de parados que sufre España, y que sufren la organización política de España, díganles a ellos que setenta y cinco mil millones de pesetas al año, gastados, por un lado, en un Senado absolutamente prescindible, y, por otro, en unas duplicidades y multiplicidades reiteradas diecisiete veces, para organizar diecisiete veces los mismos asuntos para los que ya está el Ministerio correspondiente…, díganles a ellos, con la de ayudas que podrían sacarse de ahí, que eso es el chocolate del loro.
    De cualquier manera, al margen de lo que cuesten, de lo que se trata es de racionalizar y poner un poco de sentido común y de lógica en todo este disparate, en todo este derroche. Simplemente, como postura ética y de decencia política. En un país al borde de la recesión, donde los jóvenes tienen que buscar empleo en el exterior y donde el paro azota de forma inmisericorde a la población, no es de recibo mantener una cámara inoperante cuya supresión se pide desde la sociedad, constantemente, a los políticos, sin que éstos hagan el menor caso por puro corporativismo de Casta.
    Como no es de recibo el ruinoso modelo territorial de las comunidades autónomas, igualmente prescindibles. Son los diputados por Granada, por Zamora, por Baleares o por La Coruña quienes debieran estar obligados a reivindicar o defender en las Cortes las necesidades e intereses de los territorios que representan y por los que ha sido elegidos. Y no ir a Madrid a pulsar un botón de cuando en cuando.                                         J. Ch.
                    Publicado en Ideal. Granada, 8 de febrero - 2012

miércoles, 7 de marzo de 2012

CANTORIA 1936. MUERTE DE DON JUAN ANTONIO

                                                 
                                                                                        Por Juan Chirveches


    En la Historia no se pueden comprender los hechos sin conocer sus causas. Los hechos, a su vez, generan unas consecuencias que, al mismo tiempo, serán las causas de los hechos posteriores, encadenándose así la larga serie de los acontecimientos históricos: la Historia es igual que una cadena donde cada eslabón tiene como base el anterior y, a la vez, es soporte del siguiente en una unión e imbricación permanente e indisoluble.
   
    La Segunda República.-

    Las semillas de la Guerra Civil Española de 1936-39 se plantaron en abril de 1931, con el advenimiento de la II República; germinaron en octubre de 1934, con la Revolución de Asturias; y echaron flores de sangre y de muerte en julio de 1936, con el estallido del conflicto entre españoles, entre hermanos.
    Contra lo que piensa la generalidad de la población, ya que esto se suele comentar poco y muchos historiadores tienden a pasar de puntillas por ahí, la II República llegó a España de una forma precipitada, forzada y un tanto fraudulenta: en realidad, las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, que provocaron el cambio de régimen dos días después, las ganaron los monárquicos. Ocurrió que los primeros resultados en llegar a Madrid fueron los de las grandes ciudades donde sí triunfó la coalición electoral republicano-socialista. El día 14, sin esperar el cómputo total de las  votaciones, los dirigentes izquierdistas, en varios puntos del país, proclamaron la república; sus partidarios invadieron las calles y las plazas, tomaron los centros de poder y forzaron la salida hacia el exilio del rey Alfonso XIII.
    Joseph Pla, en su libro testimonial “El advenimiento de la República”, cuenta con detalle y maestría el desarrollo de estos primeros momentos en Madrid, y cómo Azaña y Miguel Maura (el hijo republicano de don Antonio Maura), cuando se dirigían en coche hacia la Presidencia del Gobierno, en la Puerta del Sol, se debatían entre las dudas de si iban a hacerse cargo del poder o, por el contrario, iban a ser detenidos. Azaña, cuenta Pla, estaba todo el rato secándose con su pañuelo los sudores que le chorreaban por el cuerpo.
    Aunque la República nunca dio oficialmente los números de las elecciones, porque le eran desfavorables, cuando días después comenzaron a saberse los resultados definitivos de los comicios, con el triunfo monárquico, ya no se podía dar marcha atrás: la república había sido instaurada y el Rey estaba en el exilio. Pero la fuerza moral del nuevo régimen, así como su legitimidad histórica, quedarían en entredicho para siempre.
    Desde el primer momento los dirigentes republicanos actuaron con una torpeza proverbial: en medio de una fuerte crisis económica, que afectaba a todo Occidente, y con el rechazo de al menos la mitad de los españoles, se lanzaron a una serie de reformas demasiado poco pensadas, demasiado radicales para la época, no graduales… Quisieron hacer muchas cosas en nada de tiempo, sin pensar ni calcular sus consecuencias, ni el calado real que podrían tener sobre el conjunto de la población. Políticos enormemente torpes, se les fue la República de las manos desde el comienzo (ya en mayo comienzan a producirse desmanes por toda España como la quema de conventos, etc.), y fueron unos peleles zarandeados y derribados por el viento huracanado de la Historia.
    Dos años después, en 1933, las elecciones generales dan el triunfo a la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), que era una coalición de partidos conservadores. Pero el gobierno sostenido por las derechas se vio permanentemente hostilizado y acosado por sindicatos y partidos izquierdistas, con huelgas constantes e intentos desestabilizadores que culminaron con el estallido antidemocrático y revolucionario de octubre de 1934, la Revolución de Asturias, que, empujada por un sector del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y por el PCE (Partido Comunista de España), tenía como fin meter a nuestro país en la órbita soviética e instaurar aquí la dictadura proletaria…
    Por toda Europa, también por España, calaban dos ideologías opuestas, enfrentadas, extremistas, ambas antidemocráticas, y ambas detestables por igual: la marxista-comunista y la nazi-fascista, dos trenes macizos y agresivos que circulaban en sentido opuesto por la misma vía y que, desbocados y sin frenos, necesariamente habrían de chocar.
    Al mismo tiempo, en nuestro país, las posturas políticas se fueron radicalizando; cada vez quedó menos margen para el entendimiento; y entre las personas, entre las clases sociales y entre los partidos políticos de distinto signo, se fue llenando lo que alguien ha llamado “un inmenso embalse de odio”.

    La Guerra Civil.-

    El cual reventó en julio de 1936.
    Cinco meses antes, unas nuevas elecciones generales habían dado el poder, por escaso margen, a una amalgama de partidos de izquierdas agrupados bajo el marbete electoral de Frente Popular. En realidad, el Frente Popular era una coalición política antinatural, formada para las elecciones, con el objetivo de apear a la Derecha del poder. La integraban partidos que iban desde un democrático y moderado centro izquierda, hasta la extrema izquierda antidemocrática, representada, entre otros, por el PCE o por el sector largocaballerista del PSOE.
    Con el gobierno del Frente Popular aumentaron la inestabilidad social, la inseguridad y los enfrentamientos. Los cuales culminaron con el asesinato del teniente Castillo, guardia de Asalto simpatizante del Frente Popular. La venganza fue inmediata: varios guardias republicanos sacan de su casa, por la fuerza, al diputado de la Derecha José Calvo Sotelo y lo asesinan.
    Ante la caótica situación, una parte del Ejército se levanta, el 18 de julio, contra el gobierno frentepopulista. Pero la resistencia que un amplio sector de la población opuso a lo que se llamó el Alzamiento, hizo que la situación se enquistara, y el golpe de estado antigubernamental devino tremenda guerra civil que iba a durar tres años: se desbordó o se rompió aquel “embalse de odio”, y sus aguas desbocadas iban a inundar de muerte los campos españoles.
    Aquella incompetencia política, aquella incapacidad para entenderse, aquellos locos radicalismos, aquel odio social, aquel fracaso colectivo, aquella ineptitud de los políticos (mal endémico que padecemos y sufrimos los españoles), iban a dejar en nuestro país, hasta abril de 1939, casi medio millón de muertos.
    España, durante la Guerra, se dividió en dos Estados: la zona Nacional, o Azul, controlada por los sublevados dirigidos por el general Francisco Franco; y la zona Republicana, o Roja, bajo control de los gobiernos del Frente Popular.
    El periodista Jacinto Toryho, militante del sindicato anarquista CNT (Confederación Nacional del Trabajo), en su magnífico libro “Del triunfo a la derrota”, escrito en el exilio, dice: “Fue una ola de demencia colectiva lo que privó en aquella etapa inicial de la Guerra Civil en ambas zonas (…), la ola de locura no se circunscribió a una sola zona: envolvió a toda España por igual”.
    La provincia de Almería, como prácticamente todo el Levante español, permaneció en zona Roja desde el comienzo hasta el final de la Guerra.
    En la España roja, esa “ola de demencia colectiva” de la que hablaba Toryho, y que afectó por igual a las dos Españas, se concretó en el asesinato masivo de propietarios, de eclesiásticos y de militares desafectos; en expropiaciones de tierras, requisas de domicilios, quema y destrucción de iglesias y de miles de obras de arte contenidas en ellas; detenciones arbitrarias y sin control de millares de personas cuyo destino eran unos lugares siniestros y terribles llamados checas, a los que se barnizaba con el nombre eufemístico de “cárceles del pueblo”. En las checas eran frecuentes las torturas, las violaciones y los asesinatos.
    No quiero traer aquí alguno de los testimonios de quienes padecieron la crueldad de las checas, sino el de alguien tan poco sospechoso de derechismo como el citado Jacinto Toryho. Toryho es el autor de la versión española de la letra del famoso himno anarquista “A las barricadas”. Al terminar la guerra tuvo que salir hacia el exilio y, fuera de España, escribió su libro. Sostiene en él que “el origen de las checas estuvo en los asesores y consejeros soviéticos que llegaron a España y que eran avezados criminales (…) su fin fue someter a los españoles al mismo régimen de terror que imperaba en el Kremlin”.
    Más adelante hace Toryho una relación de las prácticas inhumanas que se hacían en las principales checas que funcionaron en Madrid, Barcelona y otros lugares… Especialmente famosa se hizo la checa que se había instalado en el convento de las ursulinas, en Valencia, donde los chequistas abrían los nichos en los que estaban enterrados los cadáveres de las monjas en descomposición, o sus esqueletos, y encerraban allí, durante la noche, a los detenidos que se negaban a firmar las falsas declaraciones que les presentaban.
    La memoria colectiva recuerda como acontecimiento de especial virulencia, en la zona Roja, las sacas y matanzas, durante el otoño de 1936, de cinco mil derechistas fusilados en Aravaca y Paracuellos del Jarama, cerca de Madrid. Entre ellos, los grandes escritores Ramiro de Maeztu y Pedro Muñoz Seca, autor teatral de la célebre obra “La venganza de don Mendo”; así como el futbolista internacional Monchín Triana, ex jugador del Real Madrid y del Atlético de Madrid, uno de los futbolistas más populares de la época.
    De igual modo, en la zona Nacional también la represión fue durísima con “paseos” y fusilamientos masivos en las tapias de los cementerios. El inicuo y absurdo asesinato del poeta Federico García Lorca se recuerda como paradigma de toda esa barbarie que durante tres años asoló a España.
   
    La Guerra Civil en Almería.-

    Por el libro de Rafael Quirosa-Cheyrouze “Almería 1936-37: sublevación militar y alteraciones en la retaguardia republicana”, conocemos bien parte de los acontecimientos que ocurrieron en nuestra provincia durante los primeros meses de la Guerra Civil. Es libro de mucho interés para nosotros los almerienses, y aporta multitud de datos.
    Al estallar el conflicto, en los pueblos y ciudades de la España Roja surgen los llamados “comités”. Con diversas denominaciones (comité revolucionario, antifascista, popular, etc.) estaban integrados por elementos revolucionarios exaltados, y constituyeron un poder paralelo que, en muchas ocasiones, sustituyó a las instituciones locales republicanas. Cometieron toda clase de tropelías…
     En Almería capital, al fracasar el Alzamiento, ya el día 21 de julio ardió el convento de las Claras; el 22 fueron incendiadas y destruidas hasta ocho iglesias, entre ellas las de Santo Domingo y San Pedro… Numerosas casas y locales de personas de derechas fueron asaltadas y saqueadas; la farmacia Vivas, situada al comienzo del Paseo, cuyo propietario era un destacado tradicionalista, fue igualmente arrasada e incendiada, y su dueño asesinado.
    Al mismo tiempo comenzaron las detenciones sin control y los consiguientes asesinatos: en Almería se había constituido el llamado Comité Central Antifascista, presidido por Cayetano Martínez Artés (PSOE). Del Comité dependía una Delegación de Orden Público y Presos que fue la principal responsable de los crímenes. Cerca de quinientas ejecuciones fueron perpetradas tras detenciones y sacas sin control en los primeros días de la guerra. Los detenidos eran conducidos a la playa de la Garrofa, al cementerio de la ciudad, o a los pozos de Tabernas y de Tahal (que se hicieron tristemente célebres), y allí eran liquidados.
    Con el nombramiento de un nuevo gobernador civil, a comienzos del otoño, el también socialista Gabriel Morón, y la posterior formación de los Consejos provinciales y locales, se intentó poner freno a todas esas atrocidades, pero no siempre con éxito ya que los desmanes continuaron hasta el final de la contienda.

    La Guerra Civil en Cantoria.-

    Nuestro pueblo, como el resto de la provincia de Almería, permaneció en zona Roja durante toda la guerra.
    En algunos pueblos cercanos, en julio de 1936, hubo intentonas de adherirse al Alzamiento que fueron pronto sofocadas. En Serón, a consecuencia de un tiroteo, resultó muerto el secretario local de Falange, Pedro Garrido Torreblanca. Varios guardias civiles de la comarca que habían intentado adherirse a los Nacionales fueron detenidos y represaliados. En la página 72 del citado libro de Quirosa-Cheyrouze leemos: “el mismo 24 de julio, exaltados procedentes de Mojácar sacaron de la cárcel a Federico Bueno Villaluzón, sargento de Garrucha, y lo asesinaron a las afueras del pueblo. El teniente Modesto Acosta (puesto de Albox) fue asesinado en el pozo de Tahal en septiembre. El teniente Aliaga (Vera) y los cabos Usero Rueda (Cuevas) y Parra Egea (Albox) fueron ejecutados en el cementerio almeriense por milicianos en sacas de presos durante el mes de octubre”… Ese mismo mes, en una sola noche, fueron asesinados catorce vecinos de Garrucha…
    En Cantoria, al igual que en todas las localidades de la zona Republicana, al comienzo de la Guerra Civil se formó un Comité compuesto por elementos radicales (socialistas, comunistas y anarquistas) que sustituyó en el poder local al Ayuntamiento legalmente constituido.
    Se detuvo a personas por el simple hecho de ser de derechas; hubo saqueos en las casas, multas arbitrarias, insultos por las calles, amenazas y depuraciones de funcionarios municipales y de maestros…
    Pero siempre es injusto generalizar y meter a todos en el mismo saco. Como en cualquier lugar o grupo, entre los cantorianos del Frente Popular hubo muchos desalmados, pero también hubo gentes de bien, afectuosas, elegantes, honradas, que se jugaron el tipo por cubrir a paisanos adversarios políticos. Es más: en varias ocasiones izquierdistas cantorianos protegieron y dieron aviso a personas de derechas de que milicianos procedentes de otros pueblos venían a buscarlos, salvándoles así la vida. De igual manera, hubo entre los rojos de Cantoria exaltados, insultadores, ladrones, mala gente… como en todos lados. No podemos perder la perspectiva de que en nuestro pueblo, como en muchos otros, la mayor parte de los desmanes provinieron de los sujetos que integraban el Comité.
    En el archivo del Gobierno Militar de Almería consta que, al terminar la Guerra, fueron juzgados por los tribunales franquistas cincuenta y nueve cantorianos, de los cuales doce salieron absueltos (entre ellos, las cinco mujeres que fueron a juicio: María Asunción Petra, Patrocinio Fernández Bernabé, Luisa Molina Mañas, María Torrente Sánchez y María Granero Quiles).
    De los cuarenta y siete condenados se dictó una sola pena de muerte contra Sebastián Egea Mateo, que en 1941 le fue conmutada por treinta años de reclusión. Y cuatro cadenas perpetuas contra: Rafael Jiménez Gea (indultado en 1945), Emilio Cortés Losilla (indultado en 1946), Francisco Guerra Tripiana (indultado en 1946), y Baltasar Giménez Gómez. (Datos extraídos del libro “La represión franquista en Almería”, de Eusebio Rodríguez Padilla). Sin embargo, en esta relación faltan algunos nombres cuyos expedientes es posible que se hayan perdido o no estén localizados. De cualquier forma, los represaliados  no fueron muchos más de los cuarenta y siete reseñados.
    Volvemos a los días de la Guerra para decir que fueron constantes las requisas en las casas de los derechistas, requisas que eran auténticos robos sin más. Los rojos entraban impunemente en los hogares y se llevaban todos los objetos de valor: alimentos, ropas, vajillas…
    Al tiempo, el Gobierno rojo había decretado la expropiación forzosa de tierras a sus legítimos dueños. En Cantoria fueron expropiados hasta veintiún propietarios, entre ellos (por no hacer prolija la relación que se puede ver en la página 258 del libro de Quirosa-Cheyrouze): Alejo Fernández Jiménez, Joaquín Jiménez del Olmo, Manuel Jiménez del Olmo, Pedro Llamas Martínez, Juan March Ordinas, Carmen Saavedra Fernández o Agapito Sánchez Pérez.
    Al poco de comenzar la Guerra se suspendieron los actos litúrgicos. El párroco, don Juan Antonio López Pérez, entregó las llaves del templo a un hombre respetado y de plena solvencia: don Emilio Padilla. Un día varios integrantes del Frente Popular fueron a buscarlo y le pidieron las llaves. Don Emilio se negó, pero le presionaron y amenazaron. Finalmente, se vio obligado a dárselas. Entraron en la iglesia e hicieron toda clase de barbaridades. Arrancaron el precioso retablo barroco, y las maderas se las llevaron a sus casas como leña. Sacaron las imágenes y las apilaron en la plaza del convento, en la explanada donde ahora está la entrada al edificio de los jubilados y biblioteca. Ahí les metieron fuego. Se quemaron y perdieron para siempre el san Antón y el san Cayetano originales; otras dos esculturas de gran valor atribuidas a Salzillo, y la Virgen del Carmen original. La iglesia pasó a ser utilizada como almacén… Ya hacia el final del conflicto, los rojos destrozaron la trompetería y los tubos del órgano, que había sido colocado en 1912, para usar el estaño en la fabricación de balas.
    A finales de agosto del 36, unos milicianos vinieron a buscar al guardia civil retirado Antonio Martínez Fernández. Él intentó huir gateando por los tejados de la calle Larga. Los milicianos lo descubrieron y comenzaron a dispararle desde el suelo. En la huida cayó a un corral y quedó herido. Lo encontraron. Le pusieron unas esposas y lo metieron en un coche con el que se dirigieron al casino. Mientras los milicianos estaban dentro, varias personas pudieron ver a Antonio Martínez en el asiento de atrás del coche, muy asustado, con las esposas puestas. “Tenía la misma cara que las ratillas asustadas cuando se ven acorraladas y sin escapatoria”, describe gráficamente un testigo de los hechos. Se lo llevaron hasta Sorbas y allí lo asesinaron poco después.

    Muerte de don Juan Antonio.-

    En el verano de 1936 había dos sacerdotes sirviendo en la parroquia de Cantoria: don Luis Papis y don Juan Antonio López, que era el párroco.
    Al poco de comenzar la Guerra, debido a la persecución que se había desatado contra los religiosos, con matanzas indiscriminadas en toda la España roja, don Luis Papis se escondió en un cortijo de Capanas y permaneció allí, viviendo como pastor, durante mucho tiempo hasta que pudo escapar a su pueblo (don Luis no era cantoriano). Vinieron a buscarlo en varias ocasiones para matarlo, pero no lograron dar con él.
    Don Juan Antonio, el párroco, vivía con una sobrina llamada Elisa. No quiso huir por no dejarla desamparada, y porque estaba convencido de que no se iban a meter con él. Habitaban una casa que todavía se conserva: la que está justo por encima de la que fue de Baltasar el del Loro, en la calle de la Plaza (hoy, Juan Carlos I).
    Juan Antonio López Pérez había nacido en Cantoria en 1881, hijo de Juan López Cuéllar, labrador, y de Visitación Pérez Barranco. En 1936 tenía, por tanto, cincuenta y cinco años. Estudió en el Seminario de San Indalecio, de Almería. Por los datos que constan en el archivo del obispado, y que tan amablemente me ha pasado la profesora de Cantoria Ana María Sánchez Sevilla, que fue quien los recabó, sabemos que fue ordenado presbítero a los veintidós años, en 1904. Cantó misa por primera vez el 31 de mayo de ese mismo año en la capilla de la Sagrada Familia de Almería. Le faltaba un pulmón por lo que tenía ciertas dificultades para predicar. En 1905 fue destinado a su pueblo natal, en cuya parroquia permanecería ya hasta su muerte. En 1916 fue nombrado coadjutor y en 1935, párroco.
    Ya después de la Guerra, uno de sus sucesores en la parroquia, don Francisco Serrano, en declaraciones hechas ante el Tribunal Diocesano, manifestó que, por los testimonios que pudo recoger entre los feligreses, don Juan Antonio era hombre inteligente, de gran temperamento, con excelentes dotes de catequista, y en el pueblo tenía fama de santo. Visitaba con frecuencia a los pobres entrando en las cuevas donde vivían.
    Paco Cerrillo recuerda haber asistido de niño a la catequesis con don Juan Antonio, y habla de la impresión que causaba verlo a la luz de las velas mientras les hablaba de religión pausadamente, con verbo magnífico. Transmitía paz y bondad.
    Cuando, debido a la contienda que afligía a España, entregó las llaves de la iglesia a don Emilio Padilla, siguió celebrando la misa en su propio domicilio…  
    A mediados de septiembre de 1936 varios milicianos procedentes de Almería llegaron al vecino pueblo de Albanchez. Uno de ellos se llamaba Valentín, y no he logrado saber algo más sobre los otros. Venían buscando, para matarlo, a don Antonio Molina Alonso, canónigo de la catedral de Almería, natural de Albanchez, que había huido de la capital y se había refugiado en su pueblo junto a otros eclesiásticos. El 30 de agosto anterior habían sido asesinados, en un barranco de Vícar, el obispo de Almería, Diego Ventaja, y el de Guadix, Manuel Medina Olmos, junto a diez sacerdotes más. Esto provocó la huida de muchos otros que intentaban escapar de las matanzas…
    Los milicianos permanecieron en Albanchez varias jornadas cometiendo toda clase de atropellos. La tarde del 21 de septiembre, lunes, decidieron ir a por los curas de Cantoria. Llegaron a nuestro pueblo en un coche negro, grande, junto a José López Linares, “Pepe el de la Flora”, que era miembro de la CNT y presidente del Comité local de Albanchez.
    Una vez en Cantoria recogieron a un miliciano llamado Rafael, el cual se subió al estribo del automóvil y los fue guiando hasta la casa de don Juan Antonio, el párroco. Al llegar a la plaza el vehículo se paró y, después, comenzó a subir, marcha atrás, la cuesta de la calle de la Plaza, siempre con Rafael subido al estribo, indicando el camino.
    Algunos dicen que el coche llegó hasta la misma puerta de la casa del sacerdote. Pero otros dicen que se quedó en la esquina, justo por debajo de la casa que fue de Baltasar el del Loro. Entiendo que esto último es más verosímil, puesto que justo ahí la calle empieza a empinarse bastante, y en el año 36 estaba sin asfaltar (yo, como muchos de nosotros, aún la recuerdo sin el asfalto). Además, el coche era grande lo que dificultaría la subida. A ello se une que varias personas vieron cómo sacaban a don Juan Antonio de la casa, entre los gritos desgarrados y desgarradores de la sobrina, y lo recuerdan andando hacia el auto, flanqueado por dos sujetos, con la solapa de la chaqueta negra subida, extraordinariamente serio (es fama que le pegaron en su casa porque se resistió a salir): no lo habrían  visto andar si el automóvil hubiera llegado a su misma puerta. Por tanto, podemos deducir que el coche se quedó en la esquina.
    Con don Juan Antonio a bordo tomaron la carretera hacia Albox. Al llegar a las inmediaciones de la venta del Guarducha, a unos cuatro kilómetros del pueblo vecino, lo bajaron del vehículo. Le hicieron andar hasta unas higueras que había por allí, y lo asesinaron fríamente, disparándole cinco tiros. Al parecer, las últimas palabras que pronunció nuestro paisano fueron: “os perdono”. Y esto lo sabemos porque uno de los milicianos lo contó en Albox. Y por gente de Albox, que lo oyó, se supo, después, en Cantoria.   
    Tiraron su cadáver a un barranco próximo, donde quedó toda la noche, y sus asesinos se dirigieron a Albox donde dejaron aviso. Poco antes del alba dos vecinos de ese pueblo fueron a recoger el cadáver con una camioneta: Francisco Alfonso Salas, el Puntas, y Baltasar Torregrosa López. Lo llevaron al cementerio albojense donde, muy probablemente, acabó en el osario por lo que ha sido imposible localizar sus restos. El párroco de Cantoria, don Francisco Serrano, años después de la guerra, intentó identificar o averiguar el paradero de su cuerpo para traerlo aquí y darle sepultura entre los suyos, pero sus gestiones en ese sentido resultaron infructuosas.
    Como ese día, el siguiente al asesinato, era martes, mucha gente se dirigía al mercado de Albox. Alfonso Lozano iba con su madre hacia el mercado, y se detuvieron en el lugar donde mataron al sacerdote porque había un buen número de personas allí paradas, comentando el suceso. Recuerda que se distinguía sobre la tierra, muy bien aún, la sangre derramada de don Juan Antonio.

    Pepe el de la Flora.-

    En el Gobierno Militar de Almería, en el archivo del Juzgado Togado Militar Territorial número 23, se guarda el sumario 19.424/39, legajo 132, donde leemos los papeles referentes al proceso incoado contra José López Linares, “Pepe el de la Flora”, por el asesinato del cura de Cantoria. 
    López Linares había nacido en Cuevas del Almanzora, pero vivía en Albanchez desde muchos años atrás. De treinta y seis años, mecánico de profesión, estaba casado y tenía seis hijos. Leemos en su expediente que era pequeño de estatura (1,64 m.), pelo castaño, cejas pobladas y ojos negros. Militaba en la CNT.
    El 20 de abril de 1939 (la guerra había terminado el día 1 de ese mes), ya estaba detenido en el cuartel de la guardia civil de Albanchez. Ingresó en la prisión provincial de Almería el 25 de mayo.
    El juicio se celebró el 28 de agosto con petición fiscal de pena de muerte por garrote vil. Los informes y declaraciones contra él del jefe de Falange, y del alcalde de Albanchez, así como del vecino de Chercos José Sáez, resultaron coherentes y contundentes. En sus alegaciones López Linares se defiende débilmente e invoca al cura albanchelero don Federico Guerrero Alonso. Pero el testimonio de éste resultó demoledor para Pepe el de la Flora.
    Siguiendo las declaraciones, y conjuntándolas, el tribunal consideró probado que: López Linares tomó parte activa en cuantos actos vandálicos se cometieron en su pueblo. Constituyó y presidió el Comité Revolucionario, participó en requisas e impuso multas por la fuerza. Hizo objeto de vejaciones y persecuciones a los sacerdotes del pueblo. Mandó detener arbitrariamente a don Sandalio Molina y a su hijo Ángel. En los primeros días de septiembre, junto a otros milicianos, fue a Chercos donde hicieron simulacro de fusilamiento sobre Clemente Rubio y otras personas. Luego, se dirigió a un cortijo donde robó un jamón e intentó abusar de una chica de dieciséis años, hija de uno de los declarantes. Multó al canónigo de la catedral de Almería, don Antonio Molina, que se había refugiado en Albanchez junto a otros eclesiásticos a los que obligaba a presentarse cada dos horas en la ermita del pueblo, donde se había instalado el Comité (la ermita está situada a unos cuatrocientos metros de la localidad).
    Finalmente “en unión de otros sujetos de Almería asesinó a un sacerdote de Cantoria”… Después, ingresó voluntario en el ejército rojo donde formó parte del Batallón Floreal.
    José López Linares fue condenado a muerte y ejecutado a las cinco de la mañana del 26 de junio de 1940, en las inmediaciones del cementerio de San José, en Almería.

    La sobrina.-

    Después de la Guerra la sobrina de don Juan Antonio, Elisa López, se casó con un hombre del Arroyo Albanchez. Tuvieron dos hijas. Elisa tenía el mismo problema que su tío: le faltaba un pulmón. Ella enfermó pronto y fue ingresada en el hospital provincial de Almería gracias a las gestiones del médico de Cantoria Juan López Cuesta, que era pariente de ellos. Don Juan López Cuesta es el padre de quien, durante más de medio siglo, ha ejercido y ejerce en nuestro pueblo, también de médico, con admirable y ejemplar profesionalidad: don Adolfo; así como de don Antonio López Giménez, quien durante muchos años fue el farmacéutico local.
    Elisa murió al poco tiempo, y su hija menor unos días después. Su hija mayor vive, y es mujer animosa y simpática que reside en Alicante y viene por aquí cada cierto tiempo. Ella nos ha facilitado estos últimos datos.          


    Agradecimientos.-

    Si algún mérito encuentran, amables lectores, en este extenso artículo no duden en atribuírselo, con mi agradecimiento, a: doña Ana María López Peregrín, don Adolfo López Giménez, don Francisco Cerrillo, don Baltasar Fernández, don Alfonso Lozano, doña Ana María Sánchez Sevilla, don Antonio Molina Murcia y don Andrés Carrillo Miras, sin cuya colaboración y paciencia no hubiera sido posible elaborar este texto.
    Igualmente, amables lectores, los defectos que en él encuentren no tengan dudas en adjudicármelos a mí.



                                                                Juan José López Chirveches.


                Publicado en la revista de Cantoria Piedra Yllora, nº 3.
              Verano del 2008.