miércoles, 1 de febrero de 2012

CUSTODIA COMPARTIDA

                     
                                CUSTODIA COMPARTIDA

                                                              Por  Juan Chirveches
                             
  Cada sábado del año, haga frío o calor, o llueva o nieve, todos los sábados, a las doce horas, un grupo de padres separados o divorciados se concentra en la Plaza de Cataluña, de Barcelona, para reclamar la Custodia Compartida de sus hijos. Son los Padres de la Plaza.


  A la primera concentración, acudieron cuatro personas: dos padres, una abuela y una tía. Un año después, se reúnen cientos de hombres (y de mujeres que los apoyan) en reivindicación de un derecho que las leyes y sus aplicadores les niegan: el derecho elemental y natural a participar en el amor, en el cuidado y en la educación de sus hijos.


  Armados con pañuelos verdes, giran alrededor de la plaza, en sentido contrario a las agujas del reloj, durante una hora, como medida de protesta ante la flagrante injusticia de verse privados de sus propios hijos, arrancados literalmente de sus vidas por el tironazo de una normativa y de un modo de aplicarla absolutamente arbitrario y caduco.


  La Guardia y Custodia Compartida se entiende como el derecho que tiene el niño a ser querido, cuidado y educado por ambos progenitores; así como el reparto equilibrado e igualitario de los tiempos, de los derechos y de las obligaciones que tienen ambos padres respecto a sus hijos. Esto, que parecería algo de perogrullo, no es casi nunca así: en España el 95% de las custodias se concede en exclusiva a la madre, que pasa a ser, literalmente, la dueña de los hijos. Puede decidirlo todo sobre ellos sin que el padre cuente para nada, excepto para pagar. A cambio, tendrá el privilegio de poder estar con sus hijos la 'igualitaria' cantidad de tiempo de ¡cuatro días al mes!


  Muchos países de nuestro entorno geográfico o cultural conceden la Custodia Compartida de forma mayoritaria y normal en los casos de rupturas matrimoniales.


  Pero aquí, el gobierno socialista, que tanto parece preocuparse por la paridad (no he escrito parida, sino paridad) hombre/mujer en las listas electorales, no mueve un dedo ni da instrucciones para que se corrija esta monstruosa disparidad.


  Muy presionado y muy influido por feministas radicales, el actual gobierno de España hace oídos sordos a las demandas de los padres, muchos de los cuales se ven abocados a la depresión, a la desesperación, al suicidio y a la violencia.


  Y a la pobreza. Porque la custodia de los hijos dada en exclusiva a la madre, conlleva la permanencia de ésta en el hogar familiar del cual es arrojado el marido, que, sin embargo, está obligado a seguir pagando la hipoteca de una casa que ya no puede pisar y en la que, en muchos casos, la ex mujer recibe a su nuevo novio.


  La custodia en exclusiva conlleva, también, que la madre pueda arrancar al niño de su entorno y llevárselo a otra ciudad o a otro país, si le apetece, sin que el padre pueda oponerse a ello: eso sí, el hombre deberá seguir pagando el dinero de la manutención; un dinero que, por cierto, la madre ni siquiera tiene que justificar en qué lo gasta.


  El Estado español no defiende ni ampara el derecho de los niños a criarse, a ser amados y a estar con sus dos progenitores a partes iguales; muy al contrario, ampara y permite que los niños sean utilizados por las mujeres como mercancía con la que obtener ventajas económicas. Ampara y permite que el padre quede desterrado de la vida del niño y acabe convirtiéndose en un extraño para él: alguien a quien ve unas horas cada quince días, como el que va de visita forzosa a casa de un pariente lejano y un tanto incordiante.


  El Estado español permite que la madre tenga veintiséis días de cada mes, todos los meses de todos los años, para ir creando en los hijos eso que los psicólogos han estudiado y definido como Síndrome de Alienación Parental: es decir, ir fomentando, poco a poco, el odio hacia el cónyuge no custodio.


  El Estado español hurta a los niños su derecho a mantener el vínculo con su padre y con su madre en igualdad de condiciones, y permite que los padres pierdan, prácticamente, a sus hijos. La Custodia Compartida resolvería buena parte de estos atropellos.


  Para pedirla, los Padres de la Plaza se manifiestan, con sus pañuelos verdes, todos los sábados a las doce y animan a que esas concentraciones se extiendan por todas las ciudades españolas.


  Las feministas radicales se oponen a esta elemental medida. Pero eso es lógico: ellas no defienden ni quieren la igualdad, sino el privilegio y la ventaja. Imbuidas, en el fondo, de actitudes machistas, pretenden que lo mejor para los niños es estar, exclusivamente, bajo el cuidado de la madre El problema es que este tipo de feministas tan machistas, manda mucho en el Gobierno.


  Pero yo les diría que no fue una mujer, sino un hombre, Michel de Montaigne, quien en su ensayo 'De la tristeza' escribió sobre un varón al que vieron deshacerse en lágrimas ante la muerte de un amigo. Pero, cuando murió su propio hijo permaneció impasible. Preguntado sobre su extraña actitud, nos dice Montaigne que contestó: «es que el dolor por el amigo puede significarse en lágrimas. El dolor por el hijo, sobrepasa, con mucho, todo medio de expresión».


  Y fue otro hombre, Miguel de Cervantes, quien escribió lo que don Quijote dice a don Diego de Miranda: «Los hijos, señor, son pedazos de las entrañas de sus padres y, así, se han de querer como se quieren las almas que nos dan vida».

                                                                      J. Ch.

  Publicado en el diario Ideal. Granada, 26 de enero - 2007